Bosque silencioso y adormecido, formado por el barro que habitualmente es su sostén y que ahora lo conforma en su totalidad. Mosaicos de singularidades generadas por el azar, las tintas y el peso de la luz. Impresión íntima a través del contacto. Estructura modular que interactúa en la repetición.

El paisaje invierte su proceso. No lo contemplo, sino que le doy forma. Sus componentes desaparecen para producir un objeto diferente a los elementos originarios.

Tomo la materia del mundo para crear mi propio paisaje individual que sale de la tierra y la luz, pero no está unido a nada. Solo se sostiene por sus huesos-rama que son cimientos y tejido conectivo y no dejan nunca de desarrollarse y multiplicarse. Simplemente siguen la forma caprichosa que les doy. Y se convierten en casa y refugio.

Así me adentro en el bosque. Eso que era externo dejó de serlo.